"La Diabla", de Hugo Alberto Alonso- San Pedro- Pcia. de Buenos Aires Un amigo de verdad, el Melitón. Porque solamente un amigo como él es capaz de prestarme a la Diabla. Hace rato que se la ando deseando, pero todo el mundo sabe que él no la presta. Creo que se dio cuenta de que se me iban los ojos. “Llevala —me dijo con la cabeza gacha —la quiero a la noche aquí”. Nos hemos cambiado favores desde que éramos gurises, con el Melitón. Casi hermanos somos, desde que nos dejaron guachos un par de desgracias en los pagos de Los Toldos. Hemos compartido todo: comida, angustias, mujeres... Cómo no iba a prestarme a la Diabla, justo ahora que ando falto. Y ella que se hace querer. Me mira con esos ojos grandotes, negros y el gesto desafiante. Entonces, yo me le acerco despacito, la semblanteo fijo y ella baja la cabeza. La acaricio detrás de la oreja, eso le gusta, y me apoya la cara en la palma de la mano. Qué suerte que tiene el Melitón, ser su dueño, tenerla con él par